Capítulo III: "Entre manos"
A la mañana siguiente, mientras Óscar andaba en el
instituto, Ana estaba en casa terminando de recoger las habitaciones. Cuando
entró a la de Óscar se llevó la sorpresa de que volvió a encontrar el curioso
libro en blanco, pero esta vez estaba abierto por las páginas de la mitad, cosa
que le extrañó ya que no había nada escrito en ninguna de ellas. Aprovechando
que estaba sola, se acercó a él para echarle una ojeada y no pudo descubrir
nada de él, así que una vez rendida, decidió abandonar la habitación. Mientras cerraba la puerta,
miraba todo el dormitorio para asegurarse de que todo había quedado bien y, de
repente, se quedó sorprendida observando lo que acababa de descubrir. Decidió
entrar de nuevo pero, de repente, un sonido interrumpió el silencio de la casa:
era Óscar, que ya había llegado del instituto.
-Mamááááá, ya estoy aquí -dijo Óscar con tono alto.
-Óscar, estoy cansada de decirte que deberías llegar antes y
no entretenerte tanto a la vuelta del instituto, ¿no crees? -dijo Ana llegando
a la entrada de casa para recibir a su hijo.
-Puf, y yo estoy cansado de tus sermones. Siempre que llego
me intentas amargar con tus `discursitos ́.
-No intento amargarte, solo quiero que aprendas a ser
responsable, que tengas un futuro digno y no seas como yo, una desgraciada.
- Bueno, vamos a comer y después me subiré a mi dormitorio
-dijo Óscar desinteresado en la conversación.
Cuando acabaron de comer, Óscar salió de la cocina con un
limón escondido bajo el brazo y Ana se quedó bastante sorprendida pero decidió
no preguntar y terminar ya con las tareas de casa. Llegada la noche, Ana
decidió asomarse al dormitorio de Óscar para darle las buenas noches, pero él
se encontraba rendido en la silla de estudio y apoyado sobre el escritorio. Lo
más curioso, aparte de que el propio Óscar estuviera sentado en la silla de
estudio, era que a su lado tenía el limón cortado por la mitad junto a un
cuentagotas y un vaso de cristal. Todo era tan extraño...
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